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Si bien es probable que cortarse brinde un alivio temporal de un sentimiento terrible, incluso las personas que se cortan están de acuerdo en que no es una buena manera de conseguir ese alivio. En primer lugar, el alivio no es duradero, ya que los problemas que llevaron a las personas a cortarse no desaparecen, sino que simplemente se ocultan. Las personas no suelen tener la intención de lastimarse irreparablemente cuando se cortan. Además, en general, no quieren seguir cortándose una vez que han empezado. Pero ambas situaciones son posibles. Es posible calcular mal la profundidad de un corte y hacerlo tan profundo que requiera puntos (o, en casos extremos, hospitalización). Los cortes pueden infectarse si una persona utiliza un instrumento que no sea estéril o esté sucio, como navajas, tijeras, alfileres o incluso el borde filoso de la lengüeta de una lata de gaseosa. La mayoría de las personas que se cortan no están intentando suicidarse. Cortarse suele ser el intento de una persona de sentirse mejor y no de ponerle fin a todo. Aunque algunas personas que se cortan sí intentan suicidarse, esto se debe a los problemas emocionales y sufrimientos que subyacen a su deseo de lastimarse y no al hecho de cortarse. En ocasiones, cortarse se convierte en un hábito. Puede convertirse en una conducta compulsiva, lo que significa que cuanto más se corta una persona, más necesidad siente de hacerlo. El cerebro comienza a asociar la falsa sensación de alivio del sufrimiento con el acto de cortarse y ansía este alivio cuando se presenta el siguiente conflicto. Cuando cortarse se convierte en una conducta compulsiva, es posible que parezca imposible detenerse. Por eso, cortarse quizá se parezca a una adicción. Una conducta que comienza como un intento de sentirse en control tal vez termine controlándote. |
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